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29 de junio de 2014

Antofagasta será la capital mundial de la Astronomía

Los cielos de Antofagasta serán reconocidos por la Unesco con la certificación “Starlight”, que acredita a esta región del desierto más seco del mundo como uno de los mejores lugares del planeta para observar maravillas del cosmos como los satélites de Júpiter o las nubes de Magallanes.
Este título, que se formalizará en breve, puede dar un gran impulso turístico a una región que hasta ahora es conocida a nivel mundial por ser la principal productora de cobre y por los avanzados observatorios astronómicos de ALMA y Cerro Paranal.
Después de un proceso que comenzó el pasado año y que superó varias etapas, Antofagasta logró una apreciada certificación que hasta ahora sólo tienen las Islas Canarias (España), La Serena (Chile), Arizona y Hawai (Estados Unidos) y Sudáfrica.
El reconocimiento consagra a tres puntos de esta región del norte de Chile entre los mejores cielos del mundo para la observación de la Vía Láctea.
Se trata del parque Chug Chug, famoso por sus geoglifos, el Alto Loa y una zona al sur de la ciudad de Antofagasta, lugares que reúnen unas características muy especiales de nitidez, brillo y transparencia, además de unas condiciones meteorológicas excepcionales, sin nubes la mayor parte del año.
“El objetivo es darle valor a esa riqueza intangible que son nuestros cielos y ponerlos a disposición de un turismo no intrusivo”, explica el académico del Instituto de Astronomnía de la Universidad del Norte, Maximiliano Moyano, quien ha estado a cargo del desarrollo técnico del proyecto.
Fue en 2008 cuando la Unesco se planteó por primera vez la necesidad de preservar la limpieza de los cielos como un elemento fundamental para la conservación del medio ambiente, la salud y la observación astronómica, relató el auditor para América Latina de la Fundación Starlight, Pedro Sanhueza.
“Naciones Unidas dijo, ‘esto hay que cuidarlo antes de que se eche a perder’”, explicó Sanhueza, quien considera que existe escasa conciencia social y un gran desconocimiento sobre los efectos negativos que tiene la contaminación lumínica.
Chile cuenta con una legislación que preserva sus cielos de la contaminación lumínica, asegura el astrónomo Maximiliano Moyano.
Pero la aceptación de agresivas tendencias estéticas y la ignorancia -cuando no la negligencia- lleva a veces a autorizar sistemas de iluminación que suponen una vulneración de lo que su colega Pedro Sanhueza califica de “un derecho de la humanidad”.

Y si hace cientos de años las caravanas de quechuas, aimaras y coyas se orientaban por el desierto de Atacama observando las estrellas, ahora el limpio firmamento puede servir para marcarle a la humanidad cuál es el rumbo a seguir.
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Los cielos de Antofagasta serán reconocidos por la Unesco con la certificación “Starlight”, que acredita a esta región del desierto más seco del mundo como uno de los mejores lugares del planeta para observar maravillas del cosmos como los satélites de Júpiter o las nubes de Magallanes.
Este título, que se formalizará en breve, puede dar un gran impulso turístico a una región que hasta ahora es conocida a nivel mundial por ser la principal productora de cobre y por los avanzados observatorios astronómicos de ALMA y Cerro Paranal.
Después de un proceso que comenzó el pasado año y que superó varias etapas, Antofagasta logró una apreciada certificación que hasta ahora sólo tienen las Islas Canarias (España), La Serena (Chile), Arizona y Hawai (Estados Unidos) y Sudáfrica.
El reconocimiento consagra a tres puntos de esta región del norte de Chile entre los mejores cielos del mundo para la observación de la Vía Láctea.
Se trata del parque Chug Chug, famoso por sus geoglifos, el Alto Loa y una zona al sur de la ciudad de Antofagasta, lugares que reúnen unas características muy especiales de nitidez, brillo y transparencia, además de unas condiciones meteorológicas excepcionales, sin nubes la mayor parte del año.
“El objetivo es darle valor a esa riqueza intangible que son nuestros cielos y ponerlos a disposición de un turismo no intrusivo”, explica el académico del Instituto de Astronomnía de la Universidad del Norte, Maximiliano Moyano, quien ha estado a cargo del desarrollo técnico del proyecto.
Fue en 2008 cuando la Unesco se planteó por primera vez la necesidad de preservar la limpieza de los cielos como un elemento fundamental para la conservación del medio ambiente, la salud y la observación astronómica, relató el auditor para América Latina de la Fundación Starlight, Pedro Sanhueza.
“Naciones Unidas dijo, ‘esto hay que cuidarlo antes de que se eche a perder’”, explicó Sanhueza, quien considera que existe escasa conciencia social y un gran desconocimiento sobre los efectos negativos que tiene la contaminación lumínica.
Chile cuenta con una legislación que preserva sus cielos de la contaminación lumínica, asegura el astrónomo Maximiliano Moyano.
Pero la aceptación de agresivas tendencias estéticas y la ignorancia -cuando no la negligencia- lleva a veces a autorizar sistemas de iluminación que suponen una vulneración de lo que su colega Pedro Sanhueza califica de “un derecho de la humanidad”.

Y si hace cientos de años las caravanas de quechuas, aimaras y coyas se orientaban por el desierto de Atacama observando las estrellas, ahora el limpio firmamento puede servir para marcarle a la humanidad cuál es el rumbo a seguir.

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